Jóvenes por el cambio: biodiversidad y estilos de vida
No existe tal cosa: una ciencia objetiva y libre de valores. De hecho, el mundo relacionado con nuestros orígenes ha revelado una notable complejidad y generado acalorados debates desde el mismo momento en que la teoría de la evolución fue aceptada por la comunidad científica. Aclaremos que con el término «género» hacemos referencia no sólo a las diferencias biológicas entre uno y otro sexo de la especie humana, sino también a las diferencias sociales y culturales atribuidas a las personas en función de su sexo. Tal situación ha provocado que la interpretación de nuestra historia evolutiva haya estado polarizada por un notable androcentrismo, esto es, la identificación de lo masculino con lo humano en general. Homo sapiens Hasta hace sólo unas décadas, los estudiosos consideraron a las mujeres como simples participantes pasivas en el cambio evolutivo, y se limitaron a relegarlas al papel de parir, alimentar y cuidar a sus crías. Mientras que, por el contrario, los hombres fueron descritos como responsables de muchas de las innovaciones que nos definen como humanos, por ejemplo, el surgimiento del andar bípedo, el agrandamiento del cerebro, la fabricación de herramientas, la comunicación cooperativa o la representación simbólica. En realidad, los estudios evolutivos no se han movido en el vacío, sino inmersos dentro de la misma línea que la historia cultural de Occidente.