El Asesino Sin Rostro

Putas burdel – 545262

Buscar Introducción El objetivo de este volumen no es tanto instruir e iluminar como pasear ociosamente por los caminos apartados y poco transitados de la historia de la ciencia. Siguiendo estos senderos polvorientos uno se encuentra con todo tipo de personajes pintorescos: excéntricos, monstruos, charlatanes, bromistas e impostores, por no mencionar una plétora de experimentos locos, de anticipaciones asombrosas de acontecimientos futuros, ideas delirantes y especulaciones absurdas. Por ejemplo, Anaximandro, filósofo de la antigua Grecia, sostenía que los primeros hombres y mujeres debieron de surgir, completos en la pubertad, del interior de organismos pisciformes que a su vez se habían formado a partir de agua recalentada y fango. Incluso en los albores de la revolución científica, la gente se aferraba a antiguas creencias. En el siglo XIX, por ejemplo, un famoso astrónomo real de Escocia rechazó el sistema métrico sobre la base de que la pulgada era una unidad de medida ordenada por Dios, mientras que en Estados Unidos de América un médico afirmaba que había llegado a la conclusión, a través de la guía divina, de que pi es exactamente igual a 3,2. A tal efecto se aprobó un proyecto de ley en la legislatura del estado de Indiana. Algunos personajes no son tanto incautos engañados como mercachifles premeditados del engaño. En los albores del siglo XX, los medicastros encontraron una nueva cualidad salutífera que vender: la radiactividad. Hay una maliciosa tradición en la que médicos distinguidos envían ocasionalmente a revistas médicas serias un historial clínico que no es totalmente genuino.

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Un compendio de hechos agrupados en baritel al asombro y la curiosidad: cómo se inventó el papel higiénico, quiénes fueron los primeros siameses o el bailarín sin piernas, por qué da buena suerte una herradura, de dónde proviene la costumbre del Día de San Valentín o dónde se jalea el pene de Napoleón. Los sorprendentes hechos de la historia oculta. Si sólo hubiera conseguido transmitir una mínima parte de ese asombro y esa diversión sé que, entonces, el efecto estaría cumplido. Porque los curiosos somos afortunadamente legión. Antes de nada he de contar que hasta el origen de esta antología de curiosidades es curioso. Escépticos, aburridos e incrédulos siempre hubo, pero también muchos de ellos se rindieron finalmente. Y así, de descubrimiento en descubrimiento, fue componiéndose casi solo este libro; una obra que no podía, ni, desde luego, quería, hurtar a cuanto potencial lector buitre tenga. Todos, en general, con la característica de poner en cuarentena lo que creíamos saber, y todos, en general, con la virtud de brindar una lectura divertida, por cuanto insólita, y amena, por cuanto informativa. Una multitud de sucesos gratamente curiosos, sorprendentes y ejemplares que la historia —me refiero fundamentalmente a la historia oficial y ortodoxa— generalmente suele dejar de lado.

Historia de la ciencia sin los trozos aburridos - Ian Crofton

Ya eran muchas las heridas. Todos lo sabían. Pero nadie contaba con que fuera a romperse precisamente ahora, a dos pasos del final. Pero denial había otro remedio. Tal vez le había creído demasiado.