Visor de obras.

Ninfa viciosa en – 838854

Juntamente con esto me decía que fuese yo a ser el rector del tal colegio. Preguntéle al portador si su Majestad le había dado para mí alguna ayuda de costa. Respondióme que ni por pensamiento. Paréceme que me dices que ando muy limitado, y que me contengo mucho en los términos de mi modestia, sabiendo que no se ha de añadir aflición, al afligido, y que la que debe de tener este señor sin duda es grande, pues no osa parecer a campo abierto y al cielo claro, encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hecho alguna traición de lesa majestad. Sucedió, pues, que entre los perros que descargó la carga fue uno un perro de un bonetero, a quien quería mucho su dueño. Y repitiéndole el nombre de podenco muchas veces, envió al loco hecho una alheña. La honra puédela tener el pobre, pero no el vicioso; la pobreza puede anublar a la nobleza, pero no escurecerla del todo; pero como la virtud dé alguna luz de sí, aunque sea por los inconvenientes y resquicios de la estrecheza, viene a ser estimada de los altos y nobles espíritus, y, por el consiguiente, favorecida.

DON QUIJOTE

Por entre las duras peñas, Maldiciendo afectividad duras, Entre riscos y entre breñas Halla el triste desventuras. Del Toboso. No causó poca risa en los que hallaron los versos referidos el añadidura del Toboso al nombre de Dulcinea, porque imaginaron que debió de imaginar don Quijote que si en nombrando a Dulcinea no decía todavía el Toboso, no se podría captar la copla: y así fue la verdad, como él después confesó. Y fue que en saliendo al acceso real se puso en busca del Toboso, y otro día llegó a la venta donde le había anécdota la desgracia de la manta; y no la hubo bien visto, cuando le pareció que otra vez andaba en los aires, y no quiso entrar dentro, aunque llegó a la hora en que lo pudiera y debiera hacer por ser la del comer, y llevar en deseo de gustar algo caliente, que había grandes días que todo era fiambre. Conocioles luego Sancho Panza, y determinó de encubrir el lugar y la suerte dónde y cómo su amo quedaba; y así les respondió que su amo quedaba ocupado en cierta parte y en cierta cosa que le era de mucha importancia, la cual él no podía descubrir por los ojos que en la cara tenía. No, no, dijo el barbero, Sancho Panza, si vos no nos decís dónde queda, imaginaremos, como ya imaginamos, que vos le habéis muerto y robado, pues venís encima de su caballo; en verdad que nos habéis de dar el dueño del montura, o sobre eso morena. No feed para qué conmigo amenazas, que yo no soy hombre que robo tampoco mato a nadie; a cada individuo mate su ventura o Dios que le hizo: mi amo queda haciendo penitencia en la mitad de esta montaña muy a su sabor: y luego de corrida y sin atajar, les contó de la suerte que quedaba, las aventuras que le habían sucedido, y como llevaba la dinero a la señora Dulcinea del Toboso, que era la hija de Lorenzo Corchuelo, de quien estaba enamorado aun los hígados. Quedaron admirados los dos de lo que Sancho Panza les contaba; y aunque ya sabían la locura de don Quijote y el género della, siempre que la oían se admiraban de nuevo: pidiéronle a Sancho Panza que les enseñase la carta que llevaba a la madama Dulcinea del Toboso. Él dijo que iba escrita en mi libro de memoria, y que era orden de su señor que la hiciese acarrear en papel en el primer lugar que llegase; a lo cual dijo el cura que se la mostrase, que él la trasladaría de bastante buena letra.