Ella la psicoanalista

Ninfa viciosa en – 205548

Sus pacientes vienen metidos en estos aparatos de tortura, forjados a golpes y dolor sobre sus vidas, es con palabras que, una tras otra, los narran. Así son sus días. Es con Ella, con su escucha y glosas, que se organiza la redención de todas las conmociones. Es así como los torturados ponen sus manos fuera de sus jaulas y sus ojos ven desde un nuevo lugar. Esta es una historia circular que inicia en cualquier punto y siempre nos devuelve al enigma del logro, de la destreza de ella, la psicoanalista. Ella, para ser lo que es, erudita lumbrera de la vida, bajó descalza y sin contar sus pasos por lo escarpado y por sus hondos paisajes, adentro suyo, a lo oscuro de sus propias cavernas.

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Clara despertó toda soñolienta, y de la primera vez no entendió lo que Dorotea le decía; y, volviéndoselo a preguntar, ella se lo volvió a decir, por lo cual estuvo atenta Clara. No alcanzan perezosos honrados triunfos ni vitoria alguna, ni pueden anatomía dichosos los que, no contrastando a la fortuna, entregan, desvalidos, al juego blando todos los sentidos. Aquí dio fin la voz, y principio a nuevos sollozos Clara. Todo lo cual encendía el deseo de Dorotea, que deseaba saber la causa de complexion suave canto y de tan triste lloro. Y así, le volvió a preguntar qué era lo que le quería decir denantes. Llegóse en esto el tiempo de la partida de mi padre, la cual él supo, y no de mí, pues jamás pude decírselo. Cayó malo, a lo que yo entiendo, de pesadumbre; y así, el día que nos partimos nunca pude verle para despedirme dél, siquiera con los ojos. Conocíle, admiréme y alegréme; él me miró a hurto de mi padre, de quien él siempre se esconde cuando atraviesa por delante de mí en los caminos y en las posadas accomplish llegamos; y, como yo sé quién es, y considero que por amor de mí viene a pie y con tanto trabajo, muérome de pesadumbre, y adonde él pone los pies pongo yo los ojos.