Por qué las universitarias de Nueva York tienen más difícil ligar que un señor de Soria

Aprender a – 343011

Durante la adolescencia, motivados por los cambios hormonales, las normas sociales o los modelos aprendidos, los chicos y chicas sienten el impulso de experimentar con esta tarea. Entre empujones —no demasiado bruscos—, codazos, palmetadas, besos robados o algunas burlas, comienza un proceso que es tan sutil como ambiguo. Una especie de juego que consigue provocar un acercamiento y, con suerte, un primer contacto físico con la persona objeto de interés. Un reto de aprendizaje A lo largo de los años de adolescencia y juventud, el mundo social cambia. Se produce un distanciamiento de la familia. Cómo acercarse a la otra persona, qué decir, cómo reaccionar, qué sentir o cómo gestionarlo forma parte de un guion sentimental que, aunque sigue convenciones sociales en cierto modo intuitivas, son desconocidas para la juventud, que se deja llevar por los modelos que ha visto o vivido. Series, películas, libros, canciones y, sobre todo, su grupo de amigos y amigas van a condicionar las expectativas sobre estas primeras relaciones y el modo de actuar de los adolescentes. Los empujones o codazos iniciales pueden interpretarse como una muestra de interés si quien los recibe resulta igualmente interesado.

Aprender a ligar algo que aún no se enseña en la escuela

Esa es al menos la teoría de Birger. El hecho cierto es que, en Estados Unidos, seis de cada diez estudiantes universitarios son ya mujeres. Algunos estados —y varios países—, empiezan a sufrir desequilibrios superiores al 70 por ciento. En algunos códigos postales de Nueva York , como Chelsea, casi ocho de cada diez personas entre los veinte y los cuarenta años son mujeres. Imagen cedida de uno de los libros del guionista Jon Birger.

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