El Amante de Lady Chatterley PDF
Josefina Bianchi, la actriz, vestida con el largo traje de seda que medio siglo antes usara para declamar a Chejov y llevando una sombrilla para proteger su cutis de porcelana trizada, avanzaba lentamente entre los macizos que pronto se cubrirían de flores y abejorros. El Coronel se desplazó algunos centímetros apoyado en el corral de aluminio que servía de soporte a sus piernas de algodón. Para festejar la naciente primavera y saludar al pabellón nacional, como era preciso hacerlo todas las mañanas, se había colocado en el pecho las medallas de cartón y lata fabricadas por Irene para él. Cuando la agitación de sus pulmones se lo permitía, gritaba instrucciones a la tropa y ordenaba a los bisabuelos temblorosos apartarse del Campo de Marte, donde los infantes podían aplastarlos con su gallardo paso de desfile y sus botas de charol. La bandera ondeó en el aire como un invisible gallinazo cerca del alambre telefónico y sus soldados se cuadraron rígidos, la mirada al frente, redoble de tambores, voces viriles entonando el sagrado himno que sólo sus oídos escuchaban. Fue interrumpido por una enfermera en uniforme de batalla, silenciosa y solapada como usualmente son esas mujeres, provista de una servilleta para limpiarle la baba que descendía por las comisuras de sus labios y mojaba su camisa. Quiso ofrecerle una condecoración o ascenderla de grado, pero ella dio media vuelta y lo dejó plantado con sus intenciones en el aire, después de advertirle que si se ensuciaba en los calzones le daría tres nalgadas, porque estaba harta de limpiar caca ajena. Solo ella usaba pañales en el campamento a causa de una herida de cañón que hizo polvo su sistema digestivo y la tumbó para siempre en una silla de ruedas, pero ni aun por eso era respetada.
Información del documento
Todos los derechos reservados. Es una acción de ficción, los nombres, personajes, y sucesos descritos son productos de la imaginación del autor. Cualquier semejanza cheat la realidad es pura coincidencia. Subiendo al cielo y bajando al achicharradero en solo un segundo. Peligrosamente adictiva. De solo pensar en el matrimonio mis piernas, cobran vida propia y quieren salir corriendo. Los chicos,como siempre se portan bien. Maldigo a mí misma por haber aceptado este alucinación.
Stories inside
Amo de la zona de conflicto estudiantil, Smother. Desde los dieciséis años, el mundo ha sido mío. Hago todo… A mi manera. Cada alumna en esta ciudad aprieta sus muslos sobre mí, pero la mayoría ni encajan completamente. Mira, me gustan mis chicas rotas. Una vez que detecto mi sombra estropeada de no-me-importa-una-mierda, lucho duro, peleo sucio y no paro aun que… Estoy fuera de control.